lunes, 12 de agosto de 2013

¿Elecciones primarias o primitivas?

Después de infructuosos mails a las autoridades solicitando emitir mi voto de manera digital, por correo electrónico o sms, tuve que aceptar que la sociedad sigue atrasada y fui a sufragiar. Para colmo, al llegar a mi mesa, encontré la desagradable sorpresa que había cola... unas diez personas delante mío.
Lo peor no resultó hacer la fila sino que algunos individuos en ella, pretendían entablar conversación.... ¿acaso no tiene celular esta gente? Sépanlo señores, desde que se inventó el teléfono móvil desapareció la charla espontánea. Cuando los que me rodeaban intentaron hablarme bajé la cabeza y me enfrasqué en el smartphone. El sujeto que tenía delante en la línea parecía no entender que, según los canones de convivencia actual, hacerse el distraído mirando el teléfono significa: "no me interesa nada de lo que me puedas decir".
Una vez que dejaron de parlotearme alrededor intenté googlear algo sobre las elecciones, al fin y al cabo ya estaba ahí. Qué se votaba, quiénes eran los candidatos, etc... Imposible, no había señal. Estaba a punto de agarrarme un ataque de claustrofobia, al sentirme encerrado en ese antro primitivo, cuando recurrí a mi bálsamo: los videojuegos. El candy crush en el celular me ayudó a sobrellevar la espera. Se dio una situación curiosa, estar en la fila me estaba inspirando y pasaba nivel tras nivel con un aplomo y solvencia que jamás había tenido. Tan entretenido estaba jugando al candy crush que ni me di cuenta que había llegado mi turno de votar. Estaba absorto en mi pantalla hasta que un : "dale, pelotudo", proveniente de alguno atrás en la cola,  me despabiló. Puse pausa.
Entregué mi documento y me dieron ese símbolo medieval que representa el sobre. Me metí en el cuarto oscuro y no pude resistir la tentación, volví al candy crush. ¡Estaba en llamas! Pasaba el tiempo y segúia ganando... un golpe en la puerta me hizo distraer nuevamente y perdí. Un golpe a la libertad de expresión democrática pensé.
-¿Está todo bien, señor? -preguntó, tras la puerta, el presidente de mesa.
La insistencia de la autoridad me puso más nervioso y decidí votar en blanco. Me dispuse a cerrar el sobre así nomás pero me encontré con otra muestra más de salvajismo: había que lamer el borde para poder pegarlo. Cuando estaba en dicho trámite, apurado, un nuevo golpe en la puerta me hizo distraer produciéndome un profundo corte en la lengua con el filo del papel. Por suerte en el aula, había buena señal y pude googlear "corte lingual". Las recomendaciones del buscador y los foros para cicatrizar la herida consistían en envolver la zona con papel absorvente. Siguiendo estrictamente los consejos del Dr. Google, tomé la boleta de un partido y me envolví la lengua con ella.
Salí del cuarto oscuro, como un mártir de la democracia... así y todo, me impugnaron el voto por mostrar una boleta, "voto cantado" argumentó el presidente de mesa. El destino es sabio, tendría que haber enviado el voto por mail.

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