Ahora que las clases han iniciado es
momento de contar la historia de, lo que pudo haber significado, un verdadero
avance en materia educativa en el país. Como suele decirse, no hay que dejar
pasar el tren de las oportunidades o, como decimos estos días, cuando tenés
buena señal, aprovechá a mandar mensajitos. Estas semanas de huelgas docentes
presentaban una ocasión inmejorable para dar el puntapié inicial a la
revolución digital en las aulas. Ni lerdo ni perezoso, y con mucho esfuerzo, me
apersoné en el Ministerio de Educación para hablar cara a cara con las
autoridades.
Me presenté como titular del P.R.T.
(no especifiqué que esas siglas respondían al Partido Revolucionario
Tecnológico) y argumenté que tenía una excelente propuesta para solucionar el
conflicto con los maestros. Quizás confundido, creyéndome otro líder sindical,
o tal vez porque ya no tenía mucho que perder, el Ministro, en persona, me
recibió en la sala de reuniones sin exigirme demasiadas credenciales.
-Me informan que tiene una propuesta
para destrabar las negociaciones con los docentes… Lo escucho –arrancó,
escueto, el Titular de la cartera de Educación.
La sala era amplia, con una gran mesa
de roble y doce modernas sillas alrededor. Además del Ministro, quien ocupaba
la cabecera y jugueteaba en una computadora portátil que estaba conectada a un
proyector, estaban dos secretarios o asistentes que tomaban nota de lo que
acontecía. Junté coraje, me puse de pie y arranque mi alocución.
-Tengo un plan muy arriesgado pero
no imposible. Mi agrupación cree que el sistema educativo es vetusto,
anacrónico y sin sentido. ¿Para qué seguir discutiendo con maestros cuando son
completamente prescindibles? –dije para crear una expectativa en la audiencia.
Los presentes me miraron
sorprendidos por mi atrevimiento y por mi soltura para expresarme. El dirigente
me hizo un ademán indicándome que continúe.
-La solución es muy sencilla.
Educación a distancia, cursos online o como usted prefiera llamarlo. Chau
maestros, no más aulas, adiós personal no docente…En definitiva, basta de
problemas. Solo podría haber conflictos de tráfico web o algún que otro pequeño
detalle de programación, nada que no se pueda resolver. Si hasta ya han
repartido millones de notebooks entre los alumnos… ¡Qué mejor oportunidad para
sacarles provecho! –concluí con mucho ímpetu.
Las autoridades sonrieron, se
miraron y quedaron esperando la respuesta del Ministro, la única voz con poder.
-No está mal… Nos ahorraríamos unos
cuántos pesos, ni hablar los negocios inmobiliarios o de otra índole que se
podrían generar con la infraestructura edilicia que quedaría vacía. Desde el
punto de vista pedagógico… ¿será viable? –preguntó el Ministro.
-Mi mujer hizo un curso de corte y
confección online y, debo admitir, que ha mejorado notablemente haciéndome los
dobladillos –aportó uno de los secretarios.
-No tengo estadísticas en este
momento, pero es innegable el auge de este tipo de enseñanza en el mundo
–agregué.
-Hablando de estadísticas, ¿trajo un
Powerpoint con gráficos de tortas, porcentajes y esas cosas? –consultó el
funcionario.
-¿Cómo? –titubeé, sorprendido.
-Si trajo un archivo de presentación
de su propuesta… Al ministro le gusta ver las cosas en Powerpoint y, cuantos
más efectos tienen las diapositivas, mejor. Para eso tenemos esta sala y el
proyector –explicó el otro secretario.
-Perdón, pero, la verdad, no vine
muy preparado –me excusé.
Supe que era el fin. Las miradas
decepcionadas se posaron sobre mí. En segundos pasé de sentirme como un revolucionario
en materia educativa, a verme, a mí mismo, como un simple vendedor ambulante,
un chanta.
-Lo lamento, sin presentación en la
pantalla, no podemos tomarlo seriamente –sentenció el Titular de la Cartera
Educativa, invitándome a retirarme.
Ese fue el fin de la aventura. Otra
batalla perdida en esta lucha contra la analogía. Otra rayita de señal que se
pierde.