lunes, 28 de octubre de 2013

El mensaje de la urna

El domingo fui temprano a votar. Me quedé, sin darme cuenta toda la noche jugando al candy crush, y cuando me quise acordar ya eran como las 10 de la mañana. Busqué mi documento y partí hacia la escuela. No había mucha gente, solo un par de personas en la cola. Llegó mi turno, entregué el documento, voté, firmé y me fuí. Cuando llegaba a la puerta de la escuela me di cuenta que me faltaba algo, el celular.
Volví corriendo hasta la mesa del sufragio y me fijé si no lo había dejado olvidado ahí o en el cuarto oscuro, no estaba. A los gritos pedí a la gendarmería que nadie se fuera del establecimiento.
Recordé la cara de malandra que tenía el viejito que estaba detrás mío en la fila, lo hice requisar y nada... No lo tenía. Intenté hacer memoria de mis pasos, nunca suelto el celular, siempre lo tengo en la mano, incluso he desarrollado una técnica para orinar sosteniéndolo sin mojarlo. La única posibilidad era haberlo metido junto al sobre en la urna. Me acerqué nuevamente al presidente de la mesa donde había votado.

-Disculpa, estoy seguro que, sin querer, se me cayó el teléfono en la urna... -expliqué a las autoridades electorales.

-¿Estás seguro? Recién hiciste desnudar a un pobre viejo pensando que te lo había choreado -cuestionó un fiscal, bastante insolente.
-Nunca suelto el teléfono, la única posibilidad es que se me haya caído en la urna.
-Espera un poquito, ¿si? Hay mucha gente que quiere votar... -me dijo el presidente de mesa.
-Me parece que no me entendiste, no me muevo de acá hasta que no me devuelvan el celular. Ahí está mi vida, no puedo andar sin el teléfono -argumenté.

Un "¡dale, pelotudo!", cobarde e hiriente, se escuchó del fondo de la hilera de votantes. Traté de no caer en las provocaciones. Pero la impaciencia de los votantes hizo que las autoridades de los comicios fueran inflexibles con mi reclamo.

-Solo te pido que abran la urna, sacó mi celular y siguen con esto - propuse, de manera ejecutiva, la simple solución al conflicto.
-¡De ninguna manera se puede abrir la urna! -se indignó una fiscal, seguramente maestra, la típica ñoña reglamentarista-. Hasta que no termine el comicio, no se podrá abrir.
-¡Faltan como 8 horas! -me indigné.
-¿Te alcanzamos una silla? -bromeó la maestra.
-No me obliguen a mover contactos... hago un par de llamados y los hago echar a todos -intenté amenazarlos.
-Llamalos con señales de humo, porque el teléfono lo perdiste -concluyó el presidente.

"Jodete, flaco, no rompás más las pelotas", me gritaron desde la fila. Me acerqué hasta los gendarmes que estaban apostados en la entrada buscando su ayuda, ya que justamente estaban concentrados en sus propios celulares y supuse se solidarizarían con un ciudadano desconectado como yo.

-Nosotros estamos desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche, no te quejes... -fue la tajante negativa de los gendarmes.

Finalmente, a las 18 hs. cerraron los comicios y abrieron la urna. Mi teléfono, efectivamente estaba allí. Estaba por tomarlo cuando, la fiscal me pegó un reglazo en los dedos.

-¡Momentito! Todavía no hemos hecho el recuento de votos... -me retó la docente.
-¿Qué votos? Si es mi celular...
-Jóven, comprenda que esta es una situación fuera de lo común, no estipulada. La ley dice muy clarito que todo lo que está en la urna debe contabilizarse. Si su teléfono está dentro se considera un voto, impugnado en este caso, pero es como un sobre más... -siguió con su perorata la maestra.
-¿Tenemos que remitir el celular al Ministerio del Interior? -preguntó un fiscal.
-Devuélvanme el celular, por favor... -rogué.
-Si ni siquiera sonó en toda la tarde, ¿para qué lo querés? No te llama nadie, ni un mensaje recibiste ¿Lo tenías en silencioso?...-preguntó el presidente de mesa.
-No, nunca lo pongo en silencioso - respondí.

Los integrantes de la mesa se miraron, me pidieron que me aparte unos minutos y deliberaron un poco. Me pareció observar que me miraban con lástima, como si fuese un pobre diablo sin amigos ni vida social, un paria. El presidente de mesa se levantó y me devolvió el celular.

-¡Andá, flaco! Y si querés te agrego en algún grupo de whatsapp para que no estés tan solo -se ofreció.

Agradecí la molestia y me retiré esperando que la próxima se imponga, por fin el voto electrónico.






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