miércoles, 10 de julio de 2013

Desventuras de una noche analógica



Eran casi las once de la noche y andaba sin una gota de efectivo y, a decir verdad, siempre me negué a hacer “cola” para sacar la SUBE. Será porque salgo poco y prácticamente no me muevo de casa. Lo cierto es que volvía de lo de mi madre y tenía que abordar un colectivo. Rebusqué hasta en los más recónditos bolsillos, esos que ni recordamos que existen, pero nada, ni una moneda de 5 centavos. Supuse que esto no representaba un problema para utilizar el transporte ya que las unidades dotadas de máquinas tan modernas como la lectora de SUBE, me daría una rápida solución. Frené el 152 sin sospechar que más que un micro, estaba invocando al más vetusto  conservadorismo. El ómnibus estaba casi vacío y el chofer, celular en mano, ni siquiera me miró.
-¿Hasta dónde vas, flaco? –preguntó el conductor.
- Santa Fe y Callao –respondí.
            El colectivero marcó en la máquina de monedas el importe y se quedó esperando mi reacción.
-¿Cómo vas a pagar? –dijo de manera agresiva.
 - Mirá, no tengo monedas ni tarjeta SUBE. Pensaba hacerte una transferencia bancaria con el celu –expliqué desenfundando mi smartphone-. ¿Me darías el CBU?
 La brusca frenada me hizo perder el equilibrio y me estampé contra el parabrisas. Me había raspado la cara, las rodillas y sentía dolores en las costillas, pero por suerte no había soltado el celular que estaba intacto. Intuí que había frenado para buscar el CBU y dármelo. Pero el chofer, extrajo de abajo del asiento, un bate de béisbol.
-¿Sos gracioso o pelotudo? –me encaró.
- Es una pavada… ¿ves? Estoy conectándome a mi banco y te transfiero el valor del boleto…
- Bajate o te parto la cabeza –ordenó.
- ¿Cómo no se van a poder hacer transferencias? ¿Son trogloditas? –me enojé.
- ¿A quién le dijiste trolo?
Por suerte, salir del asiento no le resultó tan fácil, y aprovechando que la puerta estaba abierta me fugué. Soldado que huye sirve para otra batalla digital. Por las dudas, y para no llevarme otra sorpresa desagradable, caminé. Dicen que los taxistas si uno no tiene moneditas, se ponen furiosos.

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